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viernes, 19 de junio de 2009

Las mil y una muertes súbitas en el deporte






La muerte súbita (MS) es la muerte cardiovascular no traumática, abrupta e inesperada, que se produce dentro de la primera hora de comenzados los síntomas. En medicina del deporte se incluyen como MS las producidas por injurias térmicas (golpe de calor), rabdomiolisis, asma y commotio cordis. Prevención, evaluación y certificación constituyen una tríada que permite disminuir el riesgo de MS. La omisión o la confección incorrecta de un certificado médico, o la realización inadecuada de una evaluación, pueden aumentar el riesgo de MS. Esta situación debe ser comprendida como una responsabilidad compartida por el médico y el deportista (Consenso Nacional para la Evaluación y Certificación de la Persona Físicamente Activa). El presente trabajo evaluó 1.001 casos de MS vinculada al ejercicio, todos con registro de autopsias, obtenidos de la bibliografía internacional y ocurridos durante los últimos 40 años. Se han tenido en cuenta rasgos distintivos de las víctimas, tales como edad, etiología, características clínicas, riesgos y estrategias de prevención de la MS.
Rev Fed Arg Cardiol 2006; 35: 221-237

HECTOR KUNIK*, GUILLERMO DIAZ COLODRERO †

* Presidente de la Asociación Metropolitana de Medicina del Deporte (AMMDEP).
Director del Comité de Cardiología del Ejercicio y los Deportes de la Sociedad de Cardiología
de Buenos Aires (SCBA-FAC). Fellow of The American College of Sports Medicine (FACSM).
† Vicepresidente 1º de la Asociación Metropolitana de Medicina del Deporte. Miembro del Comité
de Cardiología del Ejercicio y los Deportes de la Sociedad de Cardiología de Buenos Aires (SCBA-FAC).



El sedentarismo al que nos induce la vida cotidiana debe ser combatido por la medicina actual. La tecnología de avanzada y los más variados servicios fomentan, indirectamente, la inactividad, y ésta se convierte en un importante factor de riesgo para la salud. Todo se facilita oprimiendo un botón o llamando a un delivery, pero la falta de gasto calórico y el aumento de la adiposidad en el organismo se ha transformado en una prioridad médica a solucionar. El sedentarismo, la hipertensión arterial, la hipercolesterolemia y el tabaquismo son los más importantes factores de riesgo cardiovascular.

Los atletas constituyen un modelo de imagen saludable para la sociedad y los éxitos deportivos son clave para obtener reconocimiento social así como beneficios económicos crecientes. Esta situación presiona a los atletas y a su entorno, provocando una necesidad de ser siempre primeros y creando un ambiente propicio para la transgresión que facilite el éxito a cualquier costo. A mayor remuneración por el éxito directo (premios) o indirecto (contratos) mayor será la probabilidad de detectar casos de dopaje.

Aunque práctica profesional y beneficio económico están estrechamente vinculados en el deporte, la práctica médica debe obviar el segundo término y dedicarse exclusivamente a servir como agente de salud. Si la práctica médica determina que un atleta no posee las condiciones físicas para enfrentar su entrenamiento o la competencia ese atleta perderá, temporaria o definitivamente, su condición de deportista debiendo ser considerado como un “paciente”. El acto médico deberá obviar cualquier condicionamiento y dedicarse exclusivamente a evitar el riesgo de la pérdida de integridad del paciente/deportista.

En esta población aparece periódicamente un caso de muerte súbita (MS) que moviliza al ámbito médico, periodístico, deportivo, y a la sociedad en general. Cuanto más joven sea la víctima y/o si el caso se asocia con el dopaje, mayor será el impacto. Aquel que “vende salud” se transforma en una pesadilla para todos los involucrados en las prácticas deportivas, y en un pedido implícito de la sociedad para que el suceso no se repita; pero se desconocen las limitaciones que existen para detectar esos casos a priori y la baja incidencia del fenómeno comparada con otras causas de muerte en la misma población.

El hecho traumático genera preguntas acerca de cómo y por qué se produjo y, fundamentalmente, si hubiera podido ser evitado. Debe aclararse que la MS relacionada con la práctica deportiva es excepcional y que, por el contrario, afecta en mayor grado a quienes mantienen una vida sedentaria. En la población general, la incidencia anual de MS fluctúa entre 0,5 y 1 por cien mil adolescentes y adultos jóvenes, y entre 1 y 2 por mil sujetos mayores de 35 años (Myerburg, 1998). La incidencia de MS durante el ejercicio es sensiblemente menor (Cuadro 1) y, por ejemplo, durante una relación sexual, con una edad promedio de 58,5 años, se produce sólo 1 caso anual cada 500.000 hombres (Parzeller, 2001).
Cuadro 1

Este trabajo intenta difundir la necesidad y, a la vez, las limitaciones de una evaluación médica preparticipativa, la prevención de las emergencias fatales y no fatales, y la importancia de un certificado de aptitud física adecuado, elementos que, basados en consideraciones médico-legales, constituyen una tríada de disminución de riesgo, que debe ser compartida por el médico, la persona físicamente activa y su entorno (Kunik, 1999).

DEFINICION Y CONSIDERACIONES METODOLOGICAS

La muerte súbita es una muerte no traumática, abrupta e inesperada. La muerte súbita cardíaca se produce dentro de la primera hora de comenzados los síntomas. En medicina del deporte se incluyen en esta categoría las muertes que no suelen ser inmediatas pero que se relacionan con un colapso durante el ejercicio, producido por causas no cardíacas, tales como la sobrecarga térmica (golpe de calor, con o sin rabdomiolisis) y el asma bronquial. También se incluyen aquellas muertes provocadas por el impacto de un objeto contundente en el precordio (commotio cordis) y las asociadas con el dopaje. Esto conduce a la inclusión de todos los casos de muerte ocurrida dentro de las 24 horas posteriores al comienzo de los síntomas.

Las dificultades que se presentan al estudiar la MS durante el ejercicio se originan en la baja incidencia, en poblaciones variables (soldados y atletas) y en edades o condiciones diferentes (activos o sedentarios). También debe considerarse la recolección insuficiente de datos (antecedentes previos, intensidad y duración del ejercicio) y la baja prevalencia de autopsias. Para superar estos inconvenientes se ha efectuado una búsqueda bibliográfica internacional apoyada en los siguientes criterios de selección:

1. Se revisaron publicaciones de los últimos 40 años, incluyendo aquellas referidas a atletas y no atletas, competitivos y/o no competitivos, a partir de los 7 años de edad.
2. Se excluyeron las MS vinculadas a ejercicios leves a moderados, tales como caminar, actividades hogareñas o de oficina, y también ciertos deportes como la arquería, el bowling, el golf, etcétera.
3. Se incluyeron las MS con demostración etiológica por autopsia (Díaz Colodrero, 1995).

Se ha preferido hacer una comparación entre las causas publicadas entre 1970 y 1995, y las publicadas de 1996 en adelante, ya que existen ciertas diferencias en las etiologías de ambas casuísticas. Esto podría deberse a varias causas:

a) La prevalencia de las distintas patologías cardíacas varía según los países estudiados.
b) El uso del examen preparticipativo deportivo ha permitido detectar patologías que causan la MS tales como la miocardiopatía hipertrófica, la cardiomiopatía/displasia arritmogénica del ventrículo derecho (C/DAVD) o la aorta bicúspide.
c) El hallazgo reciente de la asociación de ciertas patologías cardíacas y no cardíacas y la MS durante el ejercicio, especialmente en la población joven (menores de 35 años) que presenta autopsia negativa hasta en el 30% de los casos (Tester, 2006). En este grupo de MS por causas hasta ahora inexplicables, se trata de detectar alteraciones genéticas y/o moleculares. Se ha establecido el término autopsia molecular para describir el proceso de detección de dichas anormalidades a través del uso del DNA del sujeto, por ejemplo, en las patologías de los canales cardíacos. La MS relacionada con el ejercicio se ha puesto en evidencia en el síndrome de QT prolongado (Ackerman, 1999) y la asociación entre síncope durante el ejercicio y taquicardia ventricular polimorfa catecolaminérgica fue descripta en la observación de dos niños en Argentina (Keegan, 2002). Es posible que esta patología y otras, como el síndrome de Brugada, sean responsables de muchos casos de MS con autopsia “negativa”. Otra causa descripta en los últimos diez años es la MS por commotio cordis.

RESULTADOS

A) Incidencia

En el Cuadro 1 se verifica la baja incidencia de muerte súbita vinculada al ejercicio en relación con tres variables.

Las diferencias pueden explicarse por edad, sexo e intensidad del ejercicio en las distintas poblaciones. Si bien la incidencia de MS es baja (infrecuente en menores de 40 años) existe una paradoja a considerar. La actividad física se asocia con una mayor frecuencia de MS durante la realización del ejercicio, pero la incidencia global de MS es menor el resto del día (odds ratio 0,27-0,34) (Lemaitre, 1999). Cuanto más vigorosa es la actividad, mayor es el riesgo (especialmente en personas sedentarias que hacen un ejercicio intenso) (Siscovick, 1984). El efecto protector de la actividad física regular excede largamente el pequeño aumento del riesgo que provoca la actividad física vigorosa. Se trata entonces sólo de una contradicción aparente.

Existen deportes, como el fútbol, el fútbol americano, el básquet, el squash, el trote, las carreras de fondo, la natación o el tenis, con más casos de MS que otros (triatlón, hockey sobre césped, voleibol), pero es difícil establecer un riesgo mayor si la intensidad del ejercicio es similar. Las diferencias existentes estarían relacionadas con la combinación de varios factores: una mayor demanda metabólica en estos deportes, el número de sujetos que participan y las horas de exposición.

Alrededor del 90% de las MS en atletas se producen durante el ejercicio (Maron, 1996), dos tercios en los entrenamientos y un tercio durante la competición. En los soldados la situación es similar: el 86% de los casos de MS se relacionan con el ejercicio (Virmani, 2004).

B) Etiología

1. El 80-85% de los casos de MS se debe a causas cardíacas; del 15% al 20% restante al asma bronquial, causas neurológicas (por ejemplo, hemorragia subaracnoidea), golpe de calor y otras (Van Camp, 1995; Maron, 1996). En las Tablas 1 y 2 se puede apreciar que la edad del sujeto determina las causas cardíacas de mayor prevalencia.
Tabla 1
Tabla 2

2. En los menores de 35 años existen variaciones geográficas importantes. Mientras que en EE.UU. predomina la miocardiopatía hipertrófica (MCH) con el 36% del total de casos (Maron, 1996), en algunas publicaciones europeas la C/DAVD ocupa el primer lugar (Thiene, 1988). Todas las series coinciden en que en los mayores de 30 años la enfermedad coronaria (EC) es la de mayor prevalencia (80%-85% de los casos) (Thompson, 1979; Virmani, 1982; Jackson, 1983; Wybitul, 1983; Ragosta, 1984; Waller, 1985; Northcote, 1986; Marti, 1989; Burke, 1991; Whittington, 1993; Pedoe, 2000; Quigley, 2000). Hay una superposición de causas entre los 20 y los 30 años, debida al aumento progresivo de los casos de EC y a un descenso paralelo de las enfermedades cardíacas congénitas.

3. En los menores de 30 a 35 años ciertas patologías cardíacas se vinculan a la MS durante el ejercicio, incluso como forma de presentación de la enfermedad. Además de la MCH, las patologías cardíacas relativamente comunes incluyen, en orden decreciente, las anomalías coronarias (AC) como el origen anómalo de la coronaria izquierda en el seno derecho de Valsalva, cuyo trayecto cursa entre el tronco de la arteria pulmonar y la aorta (Taylor, 1992; Frescura, 1999; Tabib, 1999), la C/DAVD, la miocarditis, la aorta bicúspide, la enfermedad de Marfán y el puente coronario.

4. En los casos de miocarditis (1% al 8% de las causas cardíacas de MS, según las series) existen a menudo antecedentes de una enfermedad presuntamente viral y/o síntomas durante el ejercicio, tales como palpitaciones, disnea o síncope, aunque también puede no haber síntomas previos (Wesslen, 1992). La C/DAVD es una enfermedad autosómica dominante caracterizada por la infiltración del tejido miocárdico del ventrículo derecho (y eventualmente también el izquierdo) por tejido fibroadiposo, lo cual genera arritmia ventricular recurrente y potencialmente maligna. En muchos casos existen síntomas que preceden a la MS, y un porcentaje sustancial presenta anormalidades en el electrocardiograma (ECG) (T negativas en V1 a V3 y/o ensanchamiento del QRS en V1-V2 pero no en V5-V6). Tanto en la miocarditis como en la C/DAVD el método de detección de mayor sensibilidad es la resonancia magnética nuclear cardíaca.

5. La estenosis aórtica congénita provocada por una aorta bicúspide continúa siendo causa de MS en niños y adolescentes, en muchos casos con diagnóstico establecido previamente.

6. La enfermedad de Marfán es una causa infrecuente de MS en menores de 35 años, pero su probabilidad aumenta en los sujetos de gran estatura. Esta enfermedad produce un debilitamiento de la pared arterial aórtica. Se presume que el ejercicio dinámico aumenta la tensión parietal, favoreciendo la aparición de una disección aórtica aguda, a menudo sin ningún síntoma previo (Bain, 1978). Un estudio de detección realizado mediante ecocardiografía sobre una población de 1.929 atletas determinó que 5 presentaban dilatación aórtica y 4 de ellos jugaban básquet. La incidencia de dilatación aórtica fue del 0,96% (4 de 415 jugadores de básquet) mientras que en el resto de los atletas fue del 0,07% (1 de 1.514 atletas) (Kinoshita y colaboradores). Sólo en 2 de los 5 casos se observó hábito marfanoide. La confección de un cuestionario para diagnosticar las anomalías físicas del Marfán en una población de atletas fue ineficaz, pero la detección mediante ecocardiograma permitiría desaconsejar la práctica deportiva en sujetos con dilatación aórtica (Kinoshita, 2000).

7. El puente muscular coronario, potencialmente importante como causa de MS durante el ejercicio, se presenta en la arteria descendente anterior proximal. Su recorrido intramiocárdico es extenso y profundo, produciéndose una disminución sistólica significativa del flujo coronario (Morales, 1980 y 1993). En ocasiones, el puente coronario se asocia con la MCH o la AC, especialmente en niños y adolescentes. Aunque se ha descripto en autopsias de sujetos que murieron por otras causas, en los casos relacionados con MS durante el ejercicio hay evidencia histopatológica de isquemia en el territorio de la arteria coronaria comprometida.

8. Existen series con autopsias negativas. Esto significa que no se ha podido establecer con certeza la causa de la MS. Estos casos son tanto más comunes cuanto más joven es la población, llegando a ser casi 1/3 de los casos en alguna serie de soldados. Es altamente probable que la causa de la MS sea cardíaca, y especialmente por causas congénitas y/o genéticas. Una revisión exhaustiva postmortem, efectuada por médicos forenses especializados, descubrió anomalías previamente no detectadas en 4 de cada 5 casos (Corrado, 2001). Además, en los últimos años la descripción del síndrome de Brugada y la demostración de alteraciones genéticas en el síndrome de QT prolongado ha permitido diagnosticar ciertos casos de MS que antes hubieran sido considerados inexplicables.

9. En las poblaciones jóvenes también se detecta hasta un 10% de casos con dos patologías cardíacas coincidentes, cuyo grado de participación en la MS es variable (Díaz Colodrero, 1995). Un caso típico lo constituye el prolapso de la válvula mitral asociado con anomalías del tejido de conducción, o la MCH con un puente coronario.

10. Dentro de las causas no cardiovasculares en menores de 35 años figuran el golpe de calor, el asma bronquial y el consumo de drogas, entre otras. El asma bronquial es muy común, sobre todo en niños y adolescentes. Una publicación reciente describió la asociación entre asma y MS durante la participación deportiva. Se trata de un estudio retrospectivo realizado en EE.UU. en el que se describen 61 casos de MS dentro de la primera hora del comienzo de los síntomas. El 81% de los casos tenía menos de 21 años, el 69% sexo masculino y el 57% atletas. Cerca del 90% de los casos presentaba antecedentes de asma y la mayoría estaba bajo tratamiento discontinuo o no recibía tratamiento alguno (Becker, 2004).

11. A pesar de las regulaciones antidopaje, el consumo de drogas prohibidas para mejorar el rendimiento se ha incrementado en los últimos años. La información derivada de las autopsias es escasa porque los datos toxicológicos positivos se consideraron excluyentes en varias series. Las sustancias frecuentemente asociadas con casos de MS, con o sin patología concomitante, son algunos simpaticomiméticos (efedrina, pseudoefedrina, anfetaminas), los anabólicos esteroides (nandrolona, estanozolol) y la eritropoyetina recombinante humana (rhEpo) que es utilizada con mayor frecuencia por ciclistas profesionales y atletas de resistencia. Se calcula que la rhEpo ha provocado entre 15 y 30 muertes en ciclistas profesionales europeos durante los años 90, la mayor parte debido a accidentes vasculares trombóticos (Dine, 2001).

12. En esta casuística existe sólo un caso de MS asociada a la enfermedad de Chagas (un joven triatleta de 26 años) (Cruz, 1985). Sin embargo esta enfermedad de alta prevalencia en Latinoamérica se caracteriza por la elevada frecuencia de arritmia ventricular compleja, la cual aumenta el riesgo de MS, causa del 50% al 60% de las muertes en esta patología (Rassi, 2001). Por otra parte, entre el 20% y el 30% de los sujetos fueron asintomáticos. Es muy probable que exista un subregistro de casos de MS asociada al ejercicio en la enfermedad de Chagas. En un estudio de muertes súbitas inesperadas en esta patología (35 casos con edad media de 38 años, sólo 2 mujeres) el 31% no tuvo síntomas previos, y el 56% se asoció al esfuerzo físico o al estrés emocional (Prata, 1986). En otra serie de 34 sujetos con MS inesperada ambulatoria, un análisis histopatológico cuantitativo detectó lesiones infiltrativas miocár dicas extensas, típicas de cardiotoxicidad catecolamínica (Baroldi, 1997), lo cual sugiere un papel de las catecolaminas (que permanecen elevadas durante el ejercicio) en el contexto de la disfunción autonómica cardíaca característica de la enfermedad de Chagas.

FACTORES QUE INFLUYEN EN LA MUERTE SUBITA

En la MS coexisten múltiples circunstancias, pero son tres los factores más importantes que la determinan: edad, sexo e intensidad del ejercicio.

Edad
La edad (Tablas 1 y 2) permite diferenciar cuál es el sustrato anatómico, fisiológico o genético predisponente. La bibliografía señala los 35 años como punto de corte artificial. Si bien el grupo de hasta 35 años cubre a la gran mayoría de los atletas durante su vida deportiva profesional, ya desde los 30 años la enfermedad coronaria es la causa primaria de MS. Las causas se superponen entre los 20 y los 30 años, tanto por un aumento progresivo de los casos de EC como por un descenso paralelo de las enfermedades cardíacas congénitas.

Sexo
En las mujeres existe menor incidencia de MS, cualquiera sea la población estudiada o los métodos de detección empleados (Tablas 1, 2 y 3). En atletas, la proporción de MS hombre/mujer es de 5-9 a 1, y en la población general es de 10 a 1 y hasta de 80 a 1 (Ragosta, 1984), según los registros. Aunque no existe explicación concluyente, es evidente que las mujeres tienen una participación menor en actividades intensas, presentan menor incidencia de EC y de hipertrofia ventricular izquierda, consumen menos estimulantes y rara vez presentan enfermedades por calor. La baja incidencia de estos factores reduciría la probabilidad de MS debido a un sustrato anatómico/fisiológico menos predisponente así como a una menor exposición al ejercicio y a los estímulos desencadenantes.
Tabla 3

La menor incidencia de MS en mujeres plantea serias dificultades para su prevención. Para corroborar la inusual incidencia de MS en la mujer se tomó como referencia uno de los estudios de prevalencia en la población general. Ragosta y colaboradores registraron 81 casos de MS (80 varones, 1 mujer) durante un período de 7 años y 4 meses en el estado de Rhode Island (EE.UU.) (Ragosta, 1984). Si se acepta que un 20% de las mujeres mayores de 30 años practicaba ejercicio moderado/intenso durante 1 hora semanal, la incidencia de MS sería de 1 caso cada 20.000.000 de horas de ejercicio, lo cual hace prácticamente imposible su detección. Estos datos retrospectivos se han visto confirmados por un estudio reciente realizado en mujeres, en el cual se produjo 1 caso de MS cada 36,5 millones de horas de ejercicio (Whang, 2006). Es posible que esta evidencia no haya sido suficientemente valorada, pues pese a la alta improbabilidad de MS en las mujeres, se les aplican los mismos criterios de detección que a los hombres, con el riesgo sensiblemente mayor de tener falsos positivos y el costo psicológico y material que podría derivar de ello. En términos epidemiológicos, una mujer premenopáusica asintomática, que va a iniciar un programa de ejercicios moderados, tiene una probabilidad casi nula de padecer un evento cardiovascular adverso provocado por dicho ejercicio. En otras palabras, la mitad de la población está naturalmente protegida contra los efectos fatales del ejercicio. Si a esta población se le aplicaran regulaciones rígidas como, por ejemplo, exhaustivos estudios cardiológicos previos, sólo se lograría desalentar la participación en actividades físicas, ejercicios y deportes.

Intensidad
Cuanto mayor es la intensidad del ejercicio, mayor es el riesgo (Cuadro 2). Esto ha sido comprobado especialmente en hombres con enfermedad coronaria, pero existen evidencias que sugieren que la intensidad puede influir en otras patologías, tales como la MCH, las anomalías coronarias, la miocarditis y la C/DAVD.
Cuadro 2

Cuando se habla de intensidad se hace referencia específicamente a ejercicios dinámicos cuyo factor principal es el aumento del consumo de oxígeno (VO 2 máx.). Los deportes que requieren un VO 2 elevado y tienen mayor incidencia de MS son: fútbol (soccer), básquet, carreras de fondo y maratón, tenis, squash y paddle, y fútbol americano. En varios de ellos se ha documentado que la frecuencia cardíaca permanece muy elevada durante la mayor parte del juego, por ejemplo, en el squash (Brady, 1989) y otros (Oja, 1987).

Los ejercicios con peso y la mayoría de los ejercicios isométricos se asocian con un riesgo menor de MS porque son intermitentes y no producen una respuesta metabólica general (acidosis metabólica o una excesiva carga calórica) aunque producen un aumento del consumo de oxígeno miocárdico. Una notable excepción a esta regla se produce al palear nieve, actividad en la cual, por razones que están poco claras, existe un desproporcionado aumento del VO 2 máximo; esto explica los muchos casos de MS posteriores a tormentas de nieve producidos en el hemisferio norte (Franklin, 1996).

Si bien existen deportes con menos casos de MS (por ejemplo, triatlón, hockey sobre césped, gimnasia deportiva y voleibol) es difícil afirmar que a igual intensidad un deporte sea más inseguro que otro, o que la intensidad sea el único factor en juego. Dado que pasado un número determinado de horas de participación aumenta la probabilidad de MS, las diferencias que existen estarían relacionadas, inicialmente, con el número de sujetos que participan y con las horas de exposición. A igualdad de horas de ejercicio por participante, cuanto mayor sea la intensidad, mayor será el riesgo de MS . Otras variables, como los factores ambientales, el uso de estimulantes y el uso de equipos seguros, modifican el riesgo general promedio del deporte, ya sea aumentándolo o reduciéndolo.

A menudo se diferencia la llamada actividad recreativa de la actividad competitiva, pero esta supuesta diferencia de cualidad del ejercicio no debe sugerir estrategias de detección y/o recomendaciones médicas diferentes. En la población general, la práctica de actividades físicas, ejercicios y deportes es dinámica, ya que el sujeto puede cambiar de actividad y de cualidad del ejercicio. El término recreativo sugiere que el sujeto nunca compite y/o que las demandas físicas de actividades similares son inferiores a las de los atletas competitivos, a pesar de no existir evidencia de tales diferencias (Oja, 1987; Neumayr, 2002). Esta aseveración otorgaría al participante y/o al médico una falsa sensación de seguridad, desatendiendo síntomas o no realizando estudios que hubieran podido ser de utilidad. Por otra parte, recomendar actividades recreativas en un certificado médico no otorga mayor protección legal al profesional. Es preferible, entonces, evitar el término recreativo y considerar sólo la intensidad de la actividad a la que se dedica el sujeto al momento de su evaluación.

MECANISMOS

1. La causa principal de MS, tanto en atletas como en no atletas, es la arritmia ventricular maligna. Estas arritmias se han verificado en la EC, la MCH, las anomalías coronarias, la C/DAVD, la miocardiopatía dilatada, la miocarditis (Furlanello, 1984; Ciampricotti, 1990; Díaz Colodrero, 1995), y en enfermedades congénitas, como el síndrome de Brugada y el síndrome del QT prolongado (Maron, 1999).

2. La MS por ejercicio en un sujeto con EC comparada con la MS en un sedentario con igual patología se diferencia porque en la primera existe un menor compromiso de múltiples vasos y un menor grado de estenosis severa (Virmani, 1999; Suarez-Mier, 2002). Es frecuente la obstrucción moderada en un único vaso (casi siempre la arteria descendente anterior), sin evidencias de infarto agudo (Ciampricotti, 1990). La ruptura de una placa ateroesclerótica y/o la hemorragia intraplaca es más frecuente en los casos de MS por ejercicio que en aquella ocurrida durante el reposo (Burke, 1999). Aun que no hay evidencias directas de que el ejercicio precipite una ruptura de placa, existen posibles mecanismos que favorecerían la aparición de arritmias, en especial sobre un miocardio previamente dañado: la hiperagregabilidad plaquetaria, la acidosis metabólica, la hiperkalemia inducida por el ejercicio y la acumulación calórica. Todos estos mecanismos se potencian con el ejercicio vigoroso (riesgo relativo 9 veces mayor) (Vuori, 1986).

3. Cerca del 50% de los casos de MS en la MCH ocurren durante o poco después del ejercicio. Se ha demostrado que la taquicardia y/o fibrilación ventricular (FV) es la principal causa de MS en la MCH (McKenna, 2002). Aunque existen factores desencadenantes (enfermedad de conducción AV, fibrilación auricular con alta respuesta ventricular, isquemia miocárdica e hipotensión arterial) debe existir un sustrato anatómico (desorden [disarray] o alteración en los miocitos con una conducción no homogénea) que favorezca la generación de arritmias ventriculares graves por micro reentradas. Algunos casos de MS han sido vinculados con una hipertrofia idiopática de ventrículo izquierdo (Maron, 1996; Suarez-Mier, 2002). Aquí es necesario diferenciar estos casos del llamado corazón de atleta , término que describe las modificaciones cardíacas inducidas por un entrenamiento sistemático, riguroso y generalmente prolongado, característico de los atletas de elite. Diferenciar el corazón de atleta de una forma frustra de MCH suele ser, en ciertos casos, una de las mayores dificultades de la especialidad. La descripción de los pasos a seguir para realizar esta diferenciación está más allá del alcance de esta publicación (Pellicia, 2002).

4. Entre las causas no cardíacas de MS existen factores externos al sujeto que pueden desencadenarla. El golpe de calor es una patología previsible que tiene un alto índice de mortalidad (hasta el 29%) cuando no es tratado (Chao, 1981; Kramer, 1989). Se produce por la combinación de altas temperaturas con alta humedad relativa ambiente y durante ejercicios como carreras, entrenamiento militar o de pretemporada. En el golpe de calor los mecanismos de disipación se ven superados por la gran producción de calor de los músculos ejercitados (Shapiro, 1990). El balance calórico positivo produce disfunción del sistema nervioso central (manifestada inicialmente como incoordinación motora y desorientación del sujeto) y puede llevar a serias complicaciones, como rabdomiolisis, alteraciones hepáticas y coagulación intravascular diseminada, si no es rápidamente tratado. La combinación de hipertermia y deshidratación produce insuficiencia renal aguda, colapso circulatorio y eventualmente muerte súbita (Marino, 1992). Es característico el colapso durante el ejercicio sin paro cardiorrespiratorio inicial, y siempre asociado con disfunción del sistema nervioso central (SNC) (trastornos de conciencia, excitación, convulsiones, estupor o coma) (Malamud, 1946). El diagnóstico se realiza midiendo la temperatura rectal, que por lo general supera los 41 grados centígrados. El tratamiento consiste en reducir rápidamente la temperatura central. Quienes superan el cuadro pueden presentar secuelas en el SNC. Los sujetos con rasgo drepanocítico (carácter peculiar en el que parte de la hemoglobina tiene características anormales, lo que puede manifestarse con deformación del glóbulo rojo) son especialmente vulnerables (Koppes, 1977; Costrini, 1979; Kerle, 1996) y también lo son quienes padecieron un golpe de calor previo.

5. El término commotio cordis describe los casos de MS producidos por un impacto precordial, no penetrante, que produce una arritmia ventricular maligna aun en ausencia de patologías cardíacas. Los deportes más comprometidos con este accidente son el béisbol, el hockey sobre patines y ciertas artes marciales (Maron, 1995). Cuatro son los factores que determinan la severidad de la arritmia inducida mecánicamente:

a) Tipo de estímulo. Repentino y veloz, en un área pequeña (4 a 5 cm2).
b) Fuerza del impacto. Nivel medio a elevado pero de subcontusión cardíaca. Es la energía promedio de un proyectil de masa y velocidad típica que causa una FV inducida mecánicamente (por ejemplo, la pelota de béisbol o el disco de hockey) y su intensidad se ubica entre los 130 y los 300 J.
c) Sitio de impacto. Area precordial, especialmente la zona esternal media e inferior, y el área de proyección ventricular izquierda.
d) Momento relativo al ciclo eléctrico cardíaco. Rama ascendente de la onda T (Khol, 2001).

En la última década, la inclusión del commotio cordis dentro de las causas cardíacas de MS en atletas plantea una contradicción en relación con la definición de MS cardíaca. En primer término, se trata estrictamente de una muerte de origen traumático, y en segundo lugar se produce en individuos con un corazón normal. Sería más lógico incluir estos casos dentro del grupo de muertes de etiología traumática asociadas al deporte, ya que las medidas preventivas a adoptar no pueden ser aplicadas sobre el individuo (por ejemplo, examen médico preparticipativo) sino sobre la práctica deportiva (equipos seguros, cambios de reglas, etc.).

MANIFESTACIONES CLINICAS

El concepto muerte súbita se asocia con un evento accidental, imprevisto o inesperado. En muchos casos se presenta sin síntomas previos, y en otros los síntomas premonitorios son considerados irrelevantes, tanto para una percepción ingenua como para la más aguda. Todo atleta se presume sano, y ello puede contribuir a desatender síntomas. No sólo la MS es difícilmente anticipada; otras patologías, cardíacas o no, también resisten su evidencia. Según Maron y colaboradores sólo el 15% de los atletas evidenciaron sintomatología previa a la MS (Maron, 1996). Se debe recordar que esto ocurre especialmente durante la adolescencia, en enfermedades como la AC, la miocarditis y la C/DAVD, y debe subrayarse que en esta muestra poblacional la mayoría de los síntomas no son reconocidos como cardíacos y/o no se los asocia con la muerte súbita. Rowland (2005) describió los síntomas más significativos y los estudios diagnósticos que permitirían reducir a un mínimo la muerte súbita. Son los siguientes:

1. La historia de MS en familiares de primer grado a edad joven (menores de 40 años) debe alertar sobre la posibilidad de estar ante una enfermedad cardíaca hereditaria potencialmente letal. Ejemplo de ello son la enfermedad de Marfán, la C/DAVD, la MCH, el síndrome de Brugada y el síndrome de QT prolongado. Muchos autores aconsejan realizar estudios no invasivos (ergometría, ecocardiograma, resonancia nuclear magnética cardíaca) a sujetos con estos antecedentes y sin síntomas previos, aunque los resultados de esta estrategia no son concluyentes. La situación podría cambiar a partir del estudio genético de estas poblaciones, ya que permitiría detectar casos con patologías cardíacas en la fase preclínica, evitar la participación en actividades deportivas y, posiblemente, la muerte súbita (Ackerman, 1999; Tester, 2006).
2. El angor típico se presentó en el 10% de los casos con autopsias y, como se ha mencionado anteriormente, sólo el 15% de los atletas presentó síntomas previos. Cabe aclarar que es posible que exista algún subregistro de los síntomas, dado el carácter retrospectivo de estos estudios. Otros síntomas, como la epigastralgia, el cansancio o debilidad inexplicable, pueden ser indicios de la EC (Thompsom, 1979). Con el ejercicio es más frecuente la presencia de dolor torácico no cardíaco, como el producido por las lesionas musculoesqueléticas. En los niños y adolescentes, la causa más común de dolor torácico es el asma bronquial. Otra causa de dolor torácico en adultos es el reflujo gastroesofágico. En atletas existen varias causas de dolor torácico adicionales (Karlson, 2004).
3. La disnea durante el ejercicio es de difícil valoración, especialmente en atletas que hacen esfuerzos máximos. El valor predictivo positivo de la disnea como síntoma de una enfermedad cardíaca es inferior al del síncope y el angor, y en líneas generales la persona puede participar de la actividad mientras se realizan los estudios diagnósticos. Para su valoración hay que tener en cuenta el contexto: tipo de actividad, intensidad y duración (cuantificada por METs o Escala de Borg), grado de entrenamiento previo y momento de aparición. Aunque en algunos casos la disnea puede sugerir un origen cardíaco, es más frecuente que la causa sea respiratoria, en particular el asma bronquial (sea o no inducido por el ejercicio) y también la obstrucción de las vías respiratorias altas.
4. Las palpitaciones durante el ejercicio son de difícil valoración, sobre todo en ejercicios intensos. Deben ser controladas especialmente en sujetos sedentarios que inician un programa de ejercicios, en aquellos que presentan palpitaciones con ejercicios leves a moderados o cuando en el ECG se asocian con extrasístoles (las ventriculares son las más importantes) o con cambios tales como HVI, alteraciones en los segmentos PR, ST o QT. A esta observación corresponderá la aplicación de estudios como la prueba ergométrica, el ecocardiograma y el monitoreo del ritmo cardíaco durante 24 a 48 horas (Holter).
5. El síncope durante el ejercicio debe ser considerado un posible predictor de MS . El síncope de días o meses previos a la MS ocurre en el 25%-30% de los casos de origen anómalo de las arterias coronarias (Frescura, 1999) y en cerca del 50% en la MCH (Brandeburg, 1990) y también en la C/DAVD, aunque se desconoce su prevalencia (Thiene, 1988; Tabib, 2003). Otras causas de síncope durante el ejercicio son el síndrome de Brugada, la miocarditis, la miocardiopatía dilatada, el síndrome de QT prolongado y el síndrome de Wolff-Parkinson-White. La presencia de síncope es un indicador absoluto de suspensión del ejercicio hasta completar los estudios no invasivos (ECG, ergometría, Holter, ecocardiograma, etc.). En caso de no llegar a un diagnóstico preciso no debe dudarse en realizar pruebas invasivas, tales como estudios electrofisiológicos, cinecoronariografía o biopsia endomiocárdica. Se excluirían así algunas patologías que pueden desencadenar una MS. En el caso de un hombre de 40 años que antes de ser evaluado presenta un síncope durante el ejercicio, la probabilidad de EC es mayor del 85%. Ante la sospecha de EC es preferible realizar una coronariografía antes que asumir el riesgo de recomendar actividades supuestamente recreativas o asumir una conducta expectante.
6. Cuando el síncope se produce poco tiempo después de finalizado el ejercicio debe efectuarse el diagnóstico diferencial con el síncope vasodepresor (Sneddon, 1994) o el llamado colapso inducido por el ejercicio que se observa en corredores y/o triatletas al finalizar la competencia y puede manifestarse como una respuesta vagal exagerada, caracterizada por bradicardia e hipotensión al suspender el ejercicio de manera brusca. Estos atletas no presentan falta de pulso o asistolia. Todos los casos se recuperan en pocos minutos y de manera espontánea, debiéndose colocarlos en decúbito dorsal. El síncope vasodepresor se produce mayormente en adolescentes y adultos jóvenes, pocos minutos después de finalizado el ejercicio, presuntamente a causa de un disbalance autonómico en momentos de una reducción brusca del gasto cardíaco. Los estudios cardiovasculares no suelen arrojar datos positivos. El tilt-test permitiría provocar el síncope vasodepresor y obviar así otros estudios (Kapoor, 2002). Sin embargo, algunos adolescentes no deportistas o sin antecedentes de síncope previo pierden la conciencia al ser sometidos a esta prueba. Además, en algunos casos en que el tilt-test fue positivo, el sujeto presentó MS (Maron, 2003) lo cual ha vuelto controvertida su aplicabilidad.
7. Entre el 25% y el 50% de las MS vinculadas a la EC se produce en la primera hora posterior al ejercicio (Ciampricotti, 1990; Díaz Colodrero, 1995). Puede presentarse al concluir las pruebas ergométricas (Haskell, 1987; Hong, 1987) y en pacientes bajo rehabilitación cardíaca (Fletcher y Cantwell, 1977; Scherer, 1979; Hossack y Hartwig, 1982). Como el período de riesgo se mantiene una vez terminada la prueba, es necesario el control de los participantes después de finalizada la misma. Es posible que en la primera hora postejercicio persista alguno de los factores predisponentes en un corazón previamente afectado y que esto facilite la aparición de la arritmia ventricular maligna.

METODOS DE DETECCION

Ante la realización de un examen preparticipación, así como ante la presencia de factores de riesgo coronario u ocurrencia de síntomas asociados al ejercicio, generalmente se utilizan tres tipos de estudios de detección: el ECG, la prueba de esfuerzo graduado (PEG) y el ecocardiograma. En el caso de que exista sospecha diagnóstica de otras patologías cardíacas pueden realizarse estudios como la RNM cardíaca (de preferencia en casos de miocarditis y C/DAVD), Holter, estudios electrofisiológicos y cinecoronariografía. La aplicación y las ventajas o desventajas de cada método diagnóstico, en relación con las diversas patologías cardíacas, excede los límites de esta publicación.

El electrocardiograma
Aunque el uso del ECG para la evaluación preparticipativa ha sido discutido, recientemente se ha comprobado su valor en la evaluación de atletas de escuela secundaria (Tanaka, 2005) y también en atletas italianos (Pellicia, 2006). El Consenso Nacional para la Evaluación y Certificación de la Persona Físicamente Activa ha determinado la necesidad del uso del ECG de manera rutinaria dentro del llamado Examen Preparticipación Deportiva (ver Bibliografía). Aunque la especificidad del estudio es baja (con el riesgo de falsos positivos) puede detectar trastornos de conducción y de repolarización, arritmias, hipertrofia ventricular izquierda, QT prolongado, síndrome de Brugada y algunos casos de C/DAVD.

La prueba de esfuerzo graduado
La prueba ergométrica provee información sobre la capacidad funcional, el comportamiento de la presión arterial, la aparición de arritmias y/o trastornos de conducción, y las modificaciones del segmento ST. El American College of Cardiology la recomienda para la evaluación de las personas que presentan múltiples factores de riesgo, definidos como: hipercolesterolemia mayor de 200 mg/dL, hipertensión sistólica mayor de 139 mmHg o hipertensión diastólica mayor de 89 mmHg, fumadores, diabéticos, e historia familiar de ataque cardíaco o MS en familiares de primer grado menores de 60 años. También la indica para varones mayores de 45 años y mujeres mayores de 55 años que deseen comenzar una actividad física vigorosa. La baja prevalencia de MS en estas poblaciones induce a la búsqueda de un método de estudio diagnóstico de alta sensibilidad que detecte posibles víctimas. Según un estudio de investigación clínica sobre lípidos realizado sobre una muestra de 3.617 hombres hipercolesterolémicos (a la mayoría de los cuales, según las recomendaciones actuales, se les debe indicar una ergometría) el valor predictivo de la PEG para detectar eventos cardíacos durante el ejercicio fue de 0,3% en un año y de 4% en un período de 7,4 años (Siscovick, 1991). Se puede concluir, entonces, que el valor de la PEG para prevenir la MS durante el ejercicio es muy bajo (McHenry, 1985). Una ergometría normal no garantiza inmunidad para la MS, sobre todo al realizar un ejercicio vigoroso. Esta aparente incongruencia se debe a las siguientes diferencias entre la PEG y la práctica deportiva:

1. El tiempo de esfuerzo de una PEG es breve en relación con la duración de una práctica deportiva.
2. En general, las PEGs finalizan con frecuencias cardíacas submáximas (85% de la frecuencia cardíaca máxima prevista para la edad del sujeto estudiado); en los deportes que exigen un esfuerzo máximo (squash, carreras de fondo, paddle, etc.) se alcanzan frecuencias cardíacas superiores.
3. La PEG no puede medir el impacto del sistema nervioso autónomo durante la competencia.
4. El gesto deportivo varía según el deporte. En el atleta la PEG puede no coincidir con el grado y las características del esfuerzo y los grupos musculares utilizados en el entrenamiento y en la competencia (sería el caso de la realización de una PEG en bicicleta a un pesista, un palista o un nadador).
5. Las condiciones ambientales para la PEG están controladas (ayuno previo, temperatura adecuada, no exposición a la humedad y/o a la radiación solar, sujeto normohidratado, etc.). No ocurre lo mismo durante las prácticas deportivas en las cuales hay muchas variables que no pueden ser controladas.
6. Durante el período de recuperación de la PEG se reduce progresivamente la carga, hasta regresar a las condiciones basales. En la práctica deportiva esta precaución no siempre se cumple.

Por todas estas razones se deduce que las pruebas de campo generales y/o específicas para cada deporte aportan mejor información para el entrenamiento que la ergometría. La PEG provee otro tipo de información: riesgo cardíaco general, capacidad funcional, respuesta presora, presencia de arritmias, etcétera. Por ejemplo, cuanto menor es la aptitud física del individuo mayor es la mortalidad (cardíaca y total), tanto en sujetos sanos como en pacientes coronarios (Blair, 1995).

El uso del ecocardiograma
Esta herramienta diagnóstica ha probado ser muy efectiva cuando se sospecha MCH, estenosis aórtica, el origen anómalo de las arterias coronarias, valvulopatías y, en menor medida, la C/DAVD. Sin embargo como método de detección masivo en poblaciones no seleccionadas (escuelas, universidades, establecimientos militares) no ha permitido detectar en forma eficiente todos los casos de MS debido a la baja prevalencia de patología cardíaca. El ecocardiograma debe ser reservado para sujetos que presentan síntomas durante la realización del ejercicio o para aquellos cuya historia clínica y/o examen físico y/o ECG muestre anormalidades. Al solicitar este estudio, el profesional debería expresar la sospecha diagnóstica, especialmente cuando se presume la existencia de anomalías coronarias.

CLASIFICACION DE PATOLOGIAS Y ESTRATIFICACION DEL RIESGO
La muerte súbita vinculada al ejercicio podría prevenirse mediante un control médico que derive en un certificado médico adecuado. Pero aun así ¿es posible prevenir el 100% de estas MS? Pueden establecerse, a priori, grupos de diferente riesgo, en base al sexo, la presencia o ausencia de síntomas, las diferentes demandas de cada ejercicio, y las patologías que causan la MS (Díaz Colodrero, 1997).

Conceptualmente, y con la intención de tratar de detectar lo detectable, al momento de esta publicación se podrían clasificar las causas de MS en tres grandes grupos: patologías de prevención potencial, patologías de prevención dudosa, y patologías de difícil prevención (Cuadro 3). En el primer grupo figuran la EC, la MCH, la aorta bicúspide, la miocardiopatía dilatada, la enfermedad de Marfán con el hábito clásico, el asma bronquial y el golpe de calor. En el segundo grupo (prevención dudosa) figuran el síndrome de QT largo y el síndrome de Brugada, el origen anómalo de la coronaria izquierda, el puente coronario, la miocarditis, la C/DAVD y el commotio cordis.
Cuadro 3

Entre las MS cardíacas de difícil prevención se encuentran aquellas que no arrojan datos anormales en el examen preparticipación, y/o que no dan síntomas hasta la muerte súbita. Entre los ejemplos más comunes se encuentran la hipoplasia aórtica y/o coronaria, las enfermedades de conducción con ECG negativo, la presencia de dos o más patologías cardíacas concomitantes, la autopsia negativa (entre el 5% y el 10% de los menores de 30 años), la enfermedad de Marfán sin hábito característico y los casos de hemorragia cerebral. La posibilidad de que aun con los métodos actuales puedan producirse casos de MS debería ser difundida en la comunidad para evitar un exceso de confianza en dichos métodos por parte de la población, y posibles problemas legales.

El Consenso Nacional para la Evaluación y Certificación de la Persona Físicamente Activa (www.ammdep.org.ar) ha establecido grupos de riesgo de eventos cardiovasculares adversos basados en la edad, el sexo y la intensidad de la actividad, dividiéndolos en 5 categorías. Los grupos de mayor riesgo están constituidos por hombres mayores de 30 años, por atletas y por soldados . Si en el examen físico y/o el ECG y/o la ergometría aparecen datos patológicos, estos sujetos deben ser estudiados (incluyendo estudios invasivos) del mismo modo que los que presentan síntomas. Los deportes con alta demanda metabólica, como el squash, el fútbol americano, el fútbol (soccer), el básquet, las carreras de fondo y el tenis single, deben ser especialmente considerados.

El grupo de bajo riesgo de MS es el de mujeres no atletas, asintomáticas, sin enfermedad cardiopulmonar o metabólica, quienes no deberían ser estudiadas exhaustivamente dada la improbabilidad de MS asociada con el ejercicio y por el significativo número de falsos positivos.

Todos los sujetos con un diagnóstico final de patología cardiovascular deben seguir las recomendaciones de la 36ª Conferencia de Bethesda de 2004.

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

En el caso de los deportistas, muchos de los cuales son adolescentes, tanto la familia como los entrenadores cumplen un papel decisivo en la detección de síntomas durante la competencia o el ejercicio. El rol del profesional debe centrarse en brindar información certera sobre una situación actual , siendo absolutamente subjetiva la actitud de asegurar la participación sin inconvenientes. Un diagnóstico basado en estudios con resultados negativos nunca podrá derivar en un pronóstico certero y absoluto de inmunidad . Esta predicción carece de rigurosidad científica, ya que la ausencia de signos o síntomas no implica, necesariamente, ausencia de patología. Es por ello que la certificación de aptitud física se refiere al aquí y ahora.

La medicina y quienes la practican podrán medir el umbral de riesgo de cada individuo/atleta. Como consecuencia de ello disminuirá el riesgo, o será acotado, al intervenir respecto de los síntomas o patologías detectables y tratables.

Es posible que no podamos detectar a priori a todo candidato a la MS (Kajer, 2006) sino simplemente reducir la incidencia de ciertas patologías cardíacas (Corrado, 2006). Para enfrentar este problema infrecuente, de alto impacto en la comunidad, se debería considerar el siguiente enfoque:

a) realizar un adecuado examen médico preparticipativo;
b) informar a la población físicamente activa cuáles son las conductas de riesgo que deben ser obviadas para disminuir la aparición de los factores desencadenantes de la MS (Díaz Colodrero, 1995);
c) ampliar el uso de los desfibriladores automáticos externos (DAE).

Consejos para una práctica deportiva segura
Las recomendaciones que damos a continuación se basan en estudios retrospectivos, observacionales y de laboratorio. No han sido diseñados para tratar específicamente el tema de la MS durante el ejercicio o los deportes (nivel de evidencia C). Los datos obtenidos permiten inferir que la aplicación de ciertas reglas debería reducir la aparición de los llamados “gatillos” (triggers) para la arritmia ventricular compleja, sustrato común en la mayoría de los casos de MS asociada al ejercicio. Algunas recomendaciones se basan en la opinión de expertos (nivel de evidencia D).

1) Debe existir un ayuno de 2 a 3 horas previo a la práctica e hidratarse 15 a 20 minutos antes del ejercicio, repitiéndose esta acción cada 20 a 30 minutos .

El aumento del flujo esplácnico postprandial provoca una sobrecarga cardíaca adicional. Además, la presencia de sed es, de por sí, indicador de algún grado de deshidratación.

2) Aunque lo saludable es no fumar, para aquellos que lo hacen se recomienda la abstinencia desde 2 horas antes hasta 1 hora después del ejercicio .

El efecto arritmogénico del cigarrillo puede prolongarse por horas, y la carboxihemoglobina reduce el intercambio de oxígeno a nivel tisular.

3) Se debe efectuar un calentamiento previo de 10 minutos como mínimo .

Un ejercicio brusco e intenso incrementa las catecolaminas plasmáticas y produce acidosis láctica.

4) Para ejercicios en los que se puede controlar la frecuencia cardíaca, debe ajustarse la intensidad del ejercicio a la frecuencia cardíaca según la edad y la condición física previa .

Existe correlación entre la frecuencia cardíaca, el consumo de oxígeno y la percepción subjetiva del esfuerzo (Borg, 1982). Un ejercicio “algo intenso” indica el límite aeróbico habitual.

5) No desatender síntomas que aparezcan durante el ejercicio (dolor torácico y/o epigástrico, debilidad inexplicable, síncope).

La desatención de los síntomas, tanto por parte del médico como del deportista, puede precipitar una MS.

6) No suspender bruscamente el ejercicio .

Un enfriamiento activo de 5 a 10 minutos metaboliza mejor el ácido láctico.

7) Hidratarse con lo que se desee, excepto con alcohol porque estimula la diuresis. Se recomienda la ingesta de agua 15 a 20 minutos antes del ejercicio. Si la ejercitación se prolonga más de 45 minutos debe repetirse la hidratación cada 20 a 30 minutos .

La ingesta de líquido dependerá de la masa corporal, oscilando entre 400 y 800 mL/hora. El alcohol inhibe la secreción de hormona antidiurética.

8) Tomar una ducha tibia .

El agua caliente impide la pérdida de calor, y el agua fría puede producir vasoespasmo coronario. Algunas costumbres sugieren la inmersión de las personas en agua extremadamente fría, pero esta acción puede favorecer la aparición de arritmias de alta y de baja frecuencia como consecuencia del impacto del agua a baja temperatura sobre la cara (reflejo trigeminal de inmersión) (Kunik, 1976).

Es recomendable la ingesta regular de aspirina, especialmente en varones mayores de 30 años, por su efecto antiagregante plaquetario y por ser protector en los síndromes agudos coronarios.

Para iniciar o reiniciar una actividad física es aconsejable una lenta progresión durante el primer mes, privilegiando el aumento del volumen sobre la intensidad del ejercicio.

En cuanto al clima, existen tablas que indican el riesgo de golpe de calor según la temperatura y la humedad relativa ambiente. En términos simples y generales, el riesgo es mayor con una temperatura superior a 79°F (26°C) y una humedad que supere el 80%.

Desfibriladores automáticos externos

Aunque existe controversia sobre su uso obligatorio, los DAE han demostrado su utilidad en ambientes concurridos tales como casinos, aeropuertos o estaciones de tren.

No existe evidencia de que las arritmias ventriculares malignas sin esfuerzo previo sean diferentes a las de los casos de MS relacionada con el ejercicio. El uso de los DAE en los campos de juego y lugares de entrenamiento permitió recuperar vidas entre los espectadores, entrenadores y otros. Los DAE no parecen ser suficientemente efectivos en atletas menores de 30 años que sufrieron una MS en los entrenamientos o durante la competición, aun cuando la desfibrilación se haya producido en menos de 2 minutos (Drezner, 2005). Una excepción podría ser el commotio cordis . En los atletas mayores de 35 o 40 años la posibilidad de sobrevida es mayor.

En el maratón de Londres, con más de 440.000 corredores, durante 19 años, hubo 10 paros cardíacos, 5 de los cuales fueron resucitados (Pedoe, 2004). Esto conduce a preguntarse si las prácticas de resucitación y el soporte cardíaco avanzado son aplicables a los atletas jóvenes durante su práctica del mismo modo que a los adultos inactivos, para tratar las MS por EC, ya que otros factores podrían presentarse desde el inicio del paro cardíaco (hiperkalemia, acidosis metabólica, etc.).
Los DAE son seguros y pueden ser utilizados, con un entrenamiento básico, incluso por personas que no posean conocimientos médicos. Su utilización debe respetar las disposiciones legales de cada país, estado o provincia. El uso de los DAE en gimnasios, clubes y durante eventos deportivos masivos posibilitaría la resucitación casi inmediata de los adultos mayores.





Summary
HYPOTHYROIDISM AND THE CARDIOVASCULAR SYSTEM
The role of thyroid hormones on the cardiovascular system is essential. Lack of thyroid hormones results in a reduced cardiac output due to both, direct effects on the myocardium and on the vascular function. Hypothyroidism is also associated to atherosclerosis. This may be explained by the presence of dyslipidemia and hypertension in hypothyroid patients, as well as of other new cardiovascular risk markers such as elevations in CRP and homocysteine serum levels, impaired coagulation, endothelial dysfunction, etc.
The most prevalent form of hypothyroidism however, is not overt but subclinical. With regards to this mild form of hypothyroidism, although a large interventional study with L-thyroxine is still lacking, an association with cardiac disease has been suggested in several population studies.
Another topic that will also be discussed in this review is the low T 3 syndrome present in cardiac disease and the potential therapeutic effect of new analogues of thyroid hormones in cardiac failure patients.



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